Hay gente que nace en el campo, o en pueblos muy pequeños, y nunca ha tenido la oportunidad de vivir en una gran ciudad. Del mismo modo están los urbanitas, que incluso habiéndose mudado muchas veces, no conocen los sonidos del silencio, esa sensación que te enfrenta a la mayor soledad, y para la que muchos no están preparados.
En mi caso, he perdido la cuenta de los cambios de domicilio, que llevo en éste mundo. Pero creo que van unos 15 o 17, y tengo claro que todavía queda alguno por venir.
Lo que sí puedo decir es que mis primeros 40 años de vida, transcurrieron conociendo muchos barrios de una ciudad de aproximadamente un millón y medio de habitantes. Y en los últimos casi 17 años, la cosa ha sido de idas y venidas, entre poblaciones donde viven entre 70 mil y 80 mil personas.
Con lo que, sin contar donde vivo ahora mismo, los dos sitios anteriores, fueron las ocasiones en las que mas cerca estuve del campo. Porque a pesar de ser poblaciones de varias decenas de miles de habitantes, -con lo que eso implica desde todo punto vista-, de alguna forma tuve la suerte de conseguir pisos de alquiler, justo en la última calle edificada, antes de que empezara el campo.
Es decir que saliendo a la puerta de mi edificio, al mirar a izquierda y derecha eran todo moles de hormigón, pero cruzando la calle, era totalmente otro mundo. Y además digo que era campo, porque no estoy hablando de terrenos en los que se viera que en cualquier momento el cemento cruzaría la calle… NO, eran hectárea de cultivo y pastoreo. Al punto que en los bajos del edificio había un bar, y algún que otro cliente no venía en coche o caminando, venía en su tractor con su ropa de trabajo, lo aparcaba en la puerta, y pa´dentro como cualquier hijo de vecino.
Recuerdo también que a la acera de enfrente, la del campo me refiero, yo le llamaba la equinovía, porque a veces mirabas por la ventana y venía pasando alguien a caballo, en vez de gente caminando. La verdad que para alguien que siempre vivió en una ciudad grande, estaba encantado de esa especie de frontera de la civilización. Que si la cruzabas, unos metros hacia adentro había una casa, y vivían mis mejores vecinos, que por cierto no eran humanos. Es que tenían cabras, algún cerdo, conejos, y varios tipos de aves que ya no recuerdo, pero era genial porque estaban todos sueltos la mayor parte del día, y los tenía justo abajo de mi ventaba, cruzando la calle.
Recuerdo también que en determinadas épocas del año había tractores desde el amanecer hasta que agonizaba el día, y era todo un espectáculo cuando venían con la maquinaria para recoger las cosechas. Ésto que estoy contando es de los años 2007 al 2011 mas o menos, momento en que tocó mudarse otra vez, a unos cuantos kilómetros, pero por una de esa casualidades de la vida, encontré otro piso en la misma situación que el anterior. Última calle y después campo, pero en éste caso mucho mas abierto y grande. Y en ésta finca hacían mas horas de tractor porque no solo los veías de día, incluso bastante cercan, sino también también muchas noches, equipados con luces potentes que ibas siguiendo hasta que se perdían en el horizonte. No se si todo lo que veía era del mismo dueño, pero en ésta finca o fincas también había cabras, y algún que otro animal, pero ya no se acercaban como donde vivía antes, que podías bajar a tocarlas.
La cuestión es que en éste piso en el que estuve hasta mas o menos el 2015, en la acera de enfrente, es decir lo que sería el campo, también había algunas casas. Y tenían caballos, y animales de corral que poco o nada se veían, pero había un gallo con unos pulmones olímpicos, que hacía de despertador analógico, y era un fenómeno.
Mi ventana del dormitorio, a diferencia del piso anterior que daba al fondo, a otros edificios y no me permitía levantarme con el kikiriki campero, en éste del gallo olímpico, mi ventaba daba al campo, así que durante una buena temporada, la música del ambiente la ponía el de la cresta roja, hasta que tocó mudarse otra vez a donde estoy ahora. Que no fue la mudanza mas cerca que haya hecho en mi vida, porque la menor fue en el mismo edificio 3 plantas arriba, pero en quizá haya sido la 2da mas cerca, porque no me alejé ni 300 metros de donde estaba.
Eso sí, la orientación es diferente, y aunque fuera la misma, ya no tengo visión del campo abierto como antes, ahora la vista es de otros edificios, peeerooo, eso sí, con algunos árboles que ayudan un poco a oxigenar, bajar la temperatura, y que parece, captaron el interés de mi nuevo despertador analógico.
Resulta que hace un tiempo empecé a escuchar un sonido que no recordaba desde las mañanas de verano en una casa de la playa, allá por fines de los 70s y principios de los 80s. La verdad es que no sabía qué o quien producía ese sonido, pero estaba claro que un gallo no era. Así que me puse a buscar sonidos de aves, y al final lo encontré, es éste…
Es una tórtola turca, y seguramente quien conozca de pájaros y afines, la habrá reconocido enseguida, pero en mi caso, la verdad es que viviendo en lugares con mucha densidad de población, siempre tuve el oído mas bien entrenado a la fuerza, para reconocer los motores de las diferentes marcas de coche, motos o lo que tuviera ruedas e hiciera ruido, porque era con lo que tenías que convivir las 24 hs del día.
Así que cada mañana incluso mas madrugadora que el gallo, la tórtola me despertaba días de semana, sábado, domingos, festivos o lo que fuera, y además insistente porque arrancaba con lo suyo, y tardaba bastante en cansarse. Es mas, parece como si me estuviera espiando, y al ver que a pesar de escucharla no encendía la luz de mi dormitorio, se venía mas cerca de la ventana, al punto que sospecho que en vez de estar en los árboles frente al edificio, debería estar posada en mi propio bloque, porque cada día sonaba incluso mas fuerte que alguna de esas cosas que llaman canciones de reggaetón, y que me hacen escuchar a la fuerza, algunos vecinos.
La cuestión es que me tiene preocupado, porque creo que mi despertador se ha dado a la fuga. Llevo 2 o 3 días sin escucharla, y no se el motivo, pero justo coincide que han bajado un poco las temperaturas, y eso de andar a la intemperie toda la noche, puede que le haya pasado factura. Igual está constipada, afónica, o quien sabe, despertando a otros, quien sabe donde. No lo sé, como dije, soy tan de ciudad que tampoco tengo claro si el sonido lo emite la hembra, el macho, o es un cuestión de diálogo…
En fin, que me sorprendió su llegada hace ya tiempo, y del mismo modo ésta desaparición (momentánea espero), porque a pesar de que últimamente estaba muy charlatana y había perdido un poco la precisión, ya que más de una vez estando de concierto, al mirar por la ventana era noche cerrada, tengo que decir que escucharla, era un disparador para viajar en el tiempo, a momentos y lugares muy queridos, porque… recordar es genial, pero con música, mucho mejor.
Música de intro y outro by Oleksii Kaplunskyi from Pixabay – https://pixabay.com/th/music/-corpora… (sin derechos de autor y de libre uso personal y comercial, sin necesidad de atribución).
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